
A través de un viaje personal que entrelaza recuerdos familiares y reflexiones sobre la "esclavitud" contemporánea, Rosanella explora la desconexión entre generaciones y la lucha por mantener viva la historia. En un mundo dominado por la tecnología, la voz de su abuela resuena como un eco de resistencia, desafiando la superficialidad de la vida moderna y recordando el valor de las raíces y el trabajo.
Rosanella Repetto
Antes campesinado, hoy usuarios. La humanidad, durante el medioevo, vivió esclavizada por el clero y los reyes. A vísperas de la 1ra revolución industrial se empieza a gestar el espíritu marxista entre los obreros europeos. Hoy, algunos de sus hijos y nietos, luchan por mantener el contacto con la realidad y su historia personal.
Desperté, pasaron los minutos, llegué a la cocina y creo que mamá saludó, pero no le respondí. Permanezco hipnotizada y secuestrada por las pantallas, cuando aparece Slavoj Zizek (Filósofo de empedernido pesimismo. Mi abuela me hubiera pegado un tirón de orejas si supiera que a veces me angustio por sus planteos) asegurando que <<Las nuevas formas de esclavitud y subordinación son vendidas a nosotros como nuevas formas de libertad>>. Creyéndome ajena, el café se sintió amargo en la garganta.
Mamá se despide, esta vez le respondo. Su voz es un vestigio de mi abuela y mis risas en el verano, las hijas proyectadas. Siestas donde el sol nos pelaba la piel y la sensación de comer uva sin lavar en el jardín reconfortaba. Bajo la sombra del parral, le pregunto a mi abuela por sus manos, las cuales se encontraban deformadas y destruidas, <<¡Trabajo hace mucho! ¡Tenía tu edad y ya trabajaba!>> Me respondió, alegre y expresiva como siempre. A pesar de su sonrisa, sentí que no tendría que haberle preguntado.
Así termino recordando cuando mamá, adolescente en dictadura y radióloga rural militante. Contó que la abuela, junto a sus cinco hermanos, trabajaban la tierra a la par de sus padres, incluso antes de entrar a la primaria. No había opciones, tampoco derechos.
<<Así es el patrón, esclaviza>> , vuelve la voz de mi madre como un eco.
Esa misma noche dormí con mi abuela, asustada por la oscuridad del pasillo y buscando su calor. El tic-tac del reloj y los cantos de los grillos acompañaban el recuerdo cual sinfín torturador <<Así es el patrón, esclaviza>>. Me costó dormirme y mi abuela rezongaba de cómo me movía, no quise angustiarme porque sabía que existían cosas que solo los grandes entendían.
Hoy, diez años después, me pregunté cuál fue la última vez que pasé una cena sin el teléfono. Tuve la misma sensación que esa tarde bajo el parral y esa noche de natural sinfonía. Reaparecen las palabras de Zizek. Sentí terror de lo peor, la esclavitud. Sí, todos esclavos de solo unos cuantos. Antes en el campo con el patrón, luego en las fábricas, y ahora, magnates asegurando que la felicidad es proporcional a la capacidad de producción y de consumo.
Surge en mí la pregunta de si mis planteos serían suficientes para mi abuela o si cambiaría de tema ofreciéndose a hacerme una chocolatada. No hubiera existido chocolatada que en esa época me detuviera de lo que pienso ahora. Le pediría su opinión porque sentiría que estoy charlando con una pared. Me mandaría a correr por los matorrales con la consigna de que hay cosas de chicos y hay cosas de grandes. No hubiera hecho caso.
Creo que no entendería porqué pienso que es una esclavitud pasar horas en el celular. Ella, una rivadaviense de cuerpo menudo y baja estatura pasaba horas cosechando uvas y damascos, cargando 20 kilos en la espalda de extremo a extremo en la finca bajo el sol punzante de la tierra mendocina. Pienso desde el privilegio ¿Cómo me podía dar la cara de quejarme cuando por nuestro país hay muchos pibes como la nonna, que sus padres o ellos mismos son víctimas de la precarización laboral y el trabajo forzado?
Le llamo esclavitud de pensamiento y de pérdida parcial de sociabilización, la subordinación moderna. Una herramienta de doble filo, te quita y te da. Me dio las pibas de la militancia, conocer las crónicas de chiques con la facilidad de la escritura, así también los recuerdos inmortalizados en videos y fotos que parecen ser poco cuando juntan polvo en los rincones del alma. Nos quita la capacidad de un criterio propio profundo, el valor del presente porque la única forma de vivir es acelerada. El mundo y la vida resumidos en ceros y unos.
A veces llegan las reflexiones de que las infancias de mi abuela o mi madre fueron más felices, sin embargo, ambas dejaron la sangre y el sudor en que yo no repitiera el ciclo. Mi vida, antagónicamente privilegiada y lejos del dolor, me permitió las comodidades pero también la burbuja de niña burguesa. Cerca de los 15 años entendí que la preocupación de otros pibes y pibas era la comida o los golpes que esperaban en casa. Me sentí terriblemente avergonzada, toda mi vida parecía una banalización al lado de la de otros. Desde allí, no entendía por qué si todos eramos humanos, no todos éramos iguales.
La respuesta es una, capitalismo se llama. Un mismo monstruo, un chupacabras, una ameba come cerebros pero siempre con diferente cara. El culto a la productividad y los vínculos sustentados a un like en instagram y un mensaje por whatsapp (redes sociales manejadas, por solo una persona: Mark Zuckerberg).
Maquiavélico, tan pragmático que tiene camisas iguales “para no gastar tiempo” ¿Un insulso o un perpetrador? Finge ser un dios productivo. Los verdaderos poderosos son los que no salen por la tele, y si lo hacen, son hijos de la “meritocracia” y “fundamentales pilares del progreso”.
En el juicio al que tuvo que responder Zuckerberg (como cualquier hijo de vecino, diría la nonna) por compartir la información de millones de ciudadanos estadounidenses durante las campañas presidenciales del año 2016, parecía compungido, un libreto bochornoso.
Durbin, un senador demócrata, le pregunta. <<Señor Zuckerberg, ¿estaría cómodo compartiendo con nosotros el hotel en el que estuvo anoche?>>
<<No>> Responde.
<<Es eso de lo que todo esto se trata: el derecho a la privacidad>> Le refuta.
Es simple, pero no hay consecuencias. Sería ingenuo creer que bajo los planes del imperialismo estadounidense los grandes empresarios no se dobleguen a los intereses políticos. Pero Zuckerberg, a pesar de ser un oportunista; Elon Musk un nazi o Donald Trump un hombre instigado por abuso sexual ¡Pueden ser aplaudidos y hasta presidentes! En ocasiones se mantienen tras bambalinas, pero tienen papeles protagónicos.
Las cámaras los siguen ¡Que ejemplos son! Musk levanta su mano derecha desde su costado izquierdo hacia el frente ¡Desde su corazón hacia el nuestro! <<Es un saludo romano.>> Comentan por “X”. Mosquitos chupasangre ¡Oh, pobres empresarios! ¿Cómo se atreven a pedir que redistribuyan su riqueza?
La mañana está sofocante y tuve ganas de fumar. La casa está aturdida en silencio, pienso en que debería ir a ver a la abuela. Vive en Rivadavia, tierra de vino patero y cultivos, a unos 60 km de la capital. Casi una hora de viaje, prefiero llamarla. No lo hice, seguramente iremos este fin de semana.
La última vez ya no se encontraba bien de salud, pero eran cuestiones de la edad y los resultados de una vida de trabajo forzado. Se enojó porque no sacaba la vista de la pantalla.
<<Te enojas al pedo. Todo está acá adentro.>> Dije y le señalé el teléfono. Rezongó, al igual que esa noche hace diez años.
Mamá llega en unas cuantas horas del trabajo, ya casi no nos veíamos. El aburrimiento me consume, vuelvo al teléfono, paso por videos y publicaciones. Una nueva represión en Buenos Aires hacia jubilados, un pueblo sumido en la miseria y la desesperanza. Los discursos de odio empiezan a ser moneda corriente. <<¡Vayan a laburar, viejos politizados!>> Comenta uno.
Vuelve mi abuela y con ella, las uvas <<Nunca te creas que por ser joven no serás vieja, para allá vas>>
Mamá llama, me aterré, nunca llama. El corazón palpita rápidamente, el teléfono se me va a caer de las manos. <<Pasó algo. Prepará una mochila. Tranquila, después hablamos.>> La voz se le iba, estaba llorando.
La abuela había muerto. Mamá presentó el certificado de defunción en el trabajo <<Es real ¿No? Vio que hay gente que es capaz de cualquier cosa. Apenas termine se reintegra>> Dice el jefe. Insensible, maldito, chupasangre.
Llegamos a Rivadavia, el parral estaba seco, el matorral era una calle pavimentada. Era cerca de la medianoche pero seguía el calor descomunal de las 12, a pesar de eso jamás me sentí tan helada como ese día. La muerte y la vida, el enojo y las uvas.
Me llaman, no sé quién, hay mala señal <<Me enteré de lo tuyo. Fuerza>> Dicen del otro lado. Cuelgo.