Cuenta mi vieja que yo, de chiquita, decía que quería hacer un diario universal para que los chicos y chicas del planeta pudieran leer las noticias "en fácil" y escribir lo que pensaban.
Muchos años después, con la vuelta de la democracia, trabajé de maestra. En mis clases siempre armábamos algo relacionado al periodismo. Me acuerdo especialmente la experiencia en un quinto grado del conurbano bonaerense: al regresar a clases tras una inundación que arrasó con todo, vi en la cara de mis alumnitos y alumnitas una desazón y una tristeza inconmensurable. Imposible retomar la lección de geografía o matemáticas como si nada hubiera pasado. Entonces, les propuse cerrar las carpetas, y armar, en el aula, una redacción periodística. Registramos imágenes, investigamos, entrevistamos a los damnificados -sus propias familias-, y a las autoridades del lugar. Con mucho esfuerzo imprimimos el periódico que se vendió como pan caliente. Gracias a ese proceso, esos chicos tuvieron muchos más recursos para alzar sus voces preguntando, exigiendo e interpelando. Estoy segura de que ese proceso les cambió la vida.
Para el 2000 Internet estaba revolucionando al mundo. Entendí que había ahí una posiblidad inédita para conectarse con gente de todo el mundo y acceder a información con sólo hacer un click. Fundé un sitio web que se llamó Chicos.net. La sección más importante era Corresponsales, donde pibes y pibas de todo el mundo publicaban sus notas. Y hoy, más de veinte años después, convivimos con las redes sociales y todas las posibilidades y los grandes problemas que nos trajeron. Otra vez pienso que la posibilidad de producir y crear tus propios contenidos te da herramientas valiosísimas para entender lo que después consumís.
Parece que al final, yo siempre hice lo mismo: ayudar a chicos, chicas, adolescentes y jóvenes a ser críticos, a entender e interpelar el mundo que habitan. Hoy me emociona haber impulsado esta Agencia de Periodismo de Jóvenes para Jóvenes. Buena Data es todo lo que está bien :)
Crecí escuchando dos casetes: el MTV Unplugged de Charly García y El amor después del amor de Fito Páez. En la adolescencia llegaron a mis manos los discos de Madonna y ahí empezó una identidad: me volví una mezcla de rock y pop en todos los sentidos de la vida.
Nací en Mar del Plata pero desde la adolescencia vivo en la Ciudad de Buenos Aires. Primero fui poeta, pero buscando alternativas para vivir de la escritura estudié periodismo. Lo hice en TEA, después en la Universidad Nacional de La Plata y por último en la Universidad Nacional de San Martín; donde me recibí de Magíster en Periodismo Narrativo.
Trabajé en diferentes medios y agencias de Argentina y América Latina cubriendo policiales, judiciales y LGBT+. Mi último libro se llama El Nunca Más de las locas y trata sobre el deseo y la resistencia en la última dictadura argentina. Disfruté mucho el proceso de hacerlo.
Si me desoriento, la brújula es leer. Cuando leo me siento como en casa, esté donde esté, porque la literatura es mi territorio.
Una madre librera, un padre músico y un hermano filósofo. El living estaba cubierto de libros y contaba con un guitarrista personal. A la noche se tomaba malta con leche y se veía en la tele "La Biblia y el Calefón" o "Letra y Música".
A los 15 años, cuando tuve por primera vez un cuarto propio, encendí la radio y destrabé una puerta que nunca se volvió a cerrar. Llené las paredes de fragmentos de letras de mis canciones favoritas.
Luego, salté por varias carreras: Diseño de Imagen y Sonido, Periodismo y Letras en la UBA. En esta última pasé largos años, hasta que me harté de repetir lo que decían otrxs. Fue entonces cuando llegué a la Producción Audiovisual en ETER, allí encontré mi voz y la posibilidad de realizar mis ideas navegando distintos lenguajes. A fin de cuentas, todo se trata de contar historias.
De Letras me llevé la parte pedagógica que me abrió el mundo de la docencia: las aulas (presenciales y virtuales) me permiten seguir aprendiendo.
“La nada existe antes que el amor, pero el amor la crea”, dice mi poeta favorito Juan Gelman. Desde el conurbano al mundo, me dedico a comunicar, producir, enseñar y crear proyectos de comunicación y cultura hace más de 20 años. Tengo una debilidad por los libros y por quienes los escriben. Maria Moreno me puso un 10 en una crónica, obvio que era feminista. Algunas de mis casas son: FM En Transito, Bookbuster.club, Vibra Bonaerense, “Cita a Ciega” por Posdata, y ahora también, la mejor agencia de periodismo joven: Agencia Buena Data.
Nací en el laberinto secreto de la Ciudad de Buenos Aires, Parque Chas. Como en el mito de Teseo, llevo mi ovillo a cada expedición que hago. Donde encuentro afecto, tejo un refugio. Así, si me pierdo, sé a dónde volver. La olla popular, un cine y una biblioteca. Amigues, amores, familia.
En este camino aprendí tanto que decidí enseñar. Como profe creé Pororó, un proyecto en el que realizo cine junto a chicos de barrios populares. También me sumé a Buena Data para impulsar el periodismo joven.
En todo este camino, no pierdo de vista a mi Minotauro: la desigualdad que condiciona sueños y derechos. Confío en que, con tanta trama urdida, atrapemos sus patas entre las lanas y lo tiremos de una vez.
Mi nombre es Julieta pero me gusta que me digan Jugo. Soy miope, si no tengo anteojos no distingo entre una bolsa de consorcio y un perro. Me encanta mover el cuerpo, por eso estudio su ciencia: Kinesiología. Escucho de todo (posta), y si me copo con una canción la escucho en loop hasta el hartazgo. Soy team dulce, puedo comer muchos caramelos masticables apenas me levanto. Me sale muy bien imitar a las personas. Si me buscan, me encuentran oliendo perfumes o tomando algún cafecito de especialidad.
Una tarde, un docente cambió mi vida. Tendría unos 13 años y me encontré hipnotizado, escuchando a una señora a la que no había visto en mi vida, riéndose por la existencia de un pasaporte para el Faraón Ramses II. Casi por accidente, pero fue como si alguien hubiese encendido una luz que no se apagó más. Me pasaba horas viendo documentales con esa voz en off que parecía saber todo acerca de todo. Ahí empezó mi obsesión con la historia, que hoy se traduce en estar estudiando para la Licenciatura.
Mi carrera universitaria no existe sin tropiezos: mi fascinación por la política y mi militancia me hicieron comerme media carrera de Derecho antes de darme cuenta que no quería hablar de contratos por el resto de mi vida.
Estudio Historia porque necesito entender cómo llegamos hasta acá. Como decía, incansablemente, otro de mis docentes: “Somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos”.